En el gremio de la cocina, y de hecho en todo el quehacer del hombre, siempre se ha procurado resaltar y buscar un valor en especial, mediante el cual, se dice, se puede llegar a hacer grandes cosas, la humildad.

Esta gran virtud que, cosas de la vida y de manera algo irónica, pareciera que todos pensamos tener consiste, en la definición más escueta y aceptable para lo que pretendo comunicar aquí (ya que tiene varios significados aceptados que no se relacionan directamente) en reconocer las limitaciones y debilidades propias. Aunque a mí me parece una definición un poco “negativa”, por lo general es a la que se hace llamado cuando alguien pide humildad a otra persona.

Hay varias cosas interesantes en ese concepto, y más aún, en las interpretaciones y matices que puede tener. Por ejemplo, si partimos de la definición anterior, podríamos llegar a decir, creo que de manera acertada, que la humidad consiste no solamente en saber los límites y debilidades propios, sino también las grandes capacidades o fortalezas que tenemos. No podríamos decir qué cosas son debilidades sin saber al menos, o cuáles son los estándares de fortaleza (cosa que solo es posible mediante comparación y algo parecido a una “estandarización” con otros respecto a las mismas habilidades), o cuales son realmente las cosas en las que SI SOMOS FUERTES. Esto claramente queda abierto a discusión, pero me parece una definición más completa y más acorde decir que la humildad es tener conciencia de nuestras capacidades; así encerramos tanto las fortalezas como las debilidades que podamos tener.

Otro punto de la definición es que en ningún caso se hace referencia de manera explícita a las habilidades (o falta de) de los demás, al menos no de forma circunstancial (Es decir, no soy más o menos humilde si mis habilidades son peores o mejores que las de otros, comparandome uno a uno, con ellos.); lo digo con la salvedad que dejé arriba respecto a establecer los estándares de fortaleza, y aún en ese caso, una vez se tenga los “estándares”, ya no nos compararíamos con los demás directamente sino con una especie de “hombre idealmente capaz” consensuado y aceptado por todos. Aquí vale decir algo también y es que la humildad no consiste en dejar de ver, o ignorar las habilidades (o falta de) de los demás, ni en idolatrar o reconocer las superioridades de otros.

Un tercer punto interesante es aquel respecto a que la humildad excluye la egolatría, el narcisismo, y todo aquello en lo que se exagere o se sobrevaloren acciones y capacidades propias (y obviamente todas esas acciones que impliquen cosas que no tenemos, como fanfarronear o ser alguien arrogante, y ojo, ser humilde no es no sentirse orgulloso de todo lo que hayamos podido lograr, sino darle su justa dimensión.) haciendo que de paso la humildad sea algo como la modestia, aunque vale decirlo ahora, no son iguales, al menos no como yo las entiendo, ya que la modestia está definida más alrededor de las acciones y comportamientos propiamente, estando “juzgada” desde una base moral, que en cuanto moral siempre es exterior a nosotros mismos, en tanto que la humildad es más una especie de “autovaloración” propia, relacionada claro con el resto de los hombres, pero no por ellos “evaluada”. Esta es una de las razones por las que al menos en principio, todos pensamos que somos humildes, o más bien, lo podríamos pensar si tenemos en cuenta que “sabemos” nuestras capacidades entendidas, como ya dije, en fortalezas y debilidades, pues no está relacionado con el juicio de los demás, sino el propio. Creo que es claro que ser humilde implicaría ser alguien modesto, es decir, actuar acorde a ese conocimiento particular acerca de nosotros mismos.

¿Y a qué viene todo esto? Como ya muchos sabrán, el ambiente de una cocina profesional es altamente competitivo, tanto a nivel laborar (Siempre hay cocineros dispuestos a ocupar tu puesto), como, y valga la redundancia, a nivel profesional (Siempre hay cocineros que quieren ser (o ¿mostrarse?) mejores que tú en el trabajo). Esta ritmo tan competitivo hace que los cocineros seamos personas particularmente orgullosos de nuestro quehacer, ya que llevar al menos dos o tres años en cocina no es fácil (aquí algo interesante, o este artículo también puede valer la pena) y entre más tiempo y experiencia se vaya adquiriendo va a ser mayor el orgullo que sintamos por lo que hemos logrado y aprendido, cosa que no es tan así en otras profesiones donde no existe una competencia tan cruda. Pero obviamente esto conlleva muchas veces otras consecuencias como ser algo displicentes en nuestra forma de actuar, sobre todo al enseñar o peor aún, al aprender, por que como ley de vida, siempre hay algo que aprender, y en cocina claro está, no hay excepciones. Suele pasar muchas veces que para alguien que lleva toda una vida de trajín en las cocinas aprender algo de otro resulte inaudito "¿Cómo es posible que este tipo sepa más que yo?" aún cuando puede ser que no sepa más, sino otra cosa simplemente; también pasa incluso con algunas personas en cargos superiores que por cosas de la vida terminan aprendiendo algo de sus subalternos (Es particularmente cierto con muchos de los "grandes" cocineros mediáticos). Son algunas de las muchas experiencias que muchos cocineros hemos vivido, si no en carne propia, por lo menos si hemos sido testigos, producto de los orgullos, a veces inflados, de muchos cocineros de hoy en día.

Es obvio que estas actitudes son clara falta de humildad, tan pedida por muchos de esos mismos cocinero que piensan que pueden enseñar con esta, por que solo ellos saben cómo y qué deben aprender los demás (bastante irónico la mayoria de las veces); pero vale hacer una aclaración que me parece pertinente: La humildad, entendiendo lo dicho antes, no impide para nada saber que efectivamente, podemos estar en capacidad de enseñar, de correguir y de reprender si es necesario al otro ¿Por qué? Primero por que como dije, la humildad consiste en saber nuestras capacidades, y entender y actuar acorde a ellas, esto implicaria que, si sabemos realmente, con pruebas y evidencias suficientes, que el otro tiene capacidades inferiores a las nuestras en determinado asunto, podremos tomar alguna acción al respecto, y la mayoria de las veces, al menos dentro de la cocina, y el ámbito laborar en general, esa acción consiste en corregir y enseñar, vigilar y volver a corregir si es necesario. Que alguien nos corriga no quiere decir necesariamente que la otra persona no sea humilde, sino que puede que incluso, tenga la humildad suficiente para, sabiendo tantos su propias capacidades como las nuestras, actuar de la manera más acorde a dichas capacidades, y que nosotros, al pensar que no tiene el derecho para corregirnos o siquiera sugerirnos cualquier cosas, por que "sabemos" de nuestras capacidades, estemos mostrando una gran carencia de humildad.

Finalmente, otra "moda" muy vista ultimamente es aquella de "martirizar" la profesión. La foto arriba puede ser usada para casi cualquier otra carrera, simplemente cambiando "cocinero(s)". Tendria exactamente el mismo sentido, tanto para un cocinero, como para alguna persona que ejerza la profesión por la que cambiemos. Esto es un mensaje claro a todos los cocineros, nuevos y viejos, estudiantes y chefs, TODAS LAS PERSONAS que buscan formarse, crecer y buscar sus sueños profesionales tienen el mismo, y en algunos casos más sacrificios, lucha, dolor y lágrimas que los que tenemos los cocineros, TODAS. Además y esto tambien me parece algo que vale la pena decir, muchas otras carreras de hecho merecen la vista buena y el aprecio por parte de la sociedad que la cocina, por más sacrificada y dura que pueda ser, pueda recibir. La cocina como profesión es en la gran mayoria de los casos, y peor, en los casos que se suponen exitosos, elitista, "concretamos experiencias culinarias" para personas que puedan pagarlo. Un restaurante de estrella Michelin es casi que la epítome de elitismo del que está vestida nuestra profesión, al menos en la gran mayoria de los casos, pero eso es algo que no viene al caso, por ahora.

Mi punto es que todas estas actitudes de los cocineros de ahora respecto, tanto a otros cocineros, como a las personas que ejercen otras profesiones (al menos en redes sociales, y ojala sea solo ahí) son claras muestras de la falta de humildad, que como dije antes, siempre pedimos rasgandonos las vestiduras ante cualquier critica, ya sea a las fotos de los platillos que preparamos, a los videos donde mostramos lo mucho o poco que sabemos cortar, o hacia las opiniones que damos a los demás respecto a cualquier cosa. Irónico ¿no?.